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  • 3:41 pm
  • Jul 7, 2022

Hablan los “hijos” de las Misioneras de la Caridad que crecieron en Granada: “Si a alguien le debo la vida, es a esas monjitas”

DESPACHO 505 Samira aprendió a sonreír de nuevo en el refugio para madres de las Misioneras de la Caridad en Granada, a quienes conoció en mayo de 1999. Ahí también volvió a ser niña, aunque tenía 15 años y un embarazo de cinco meses. “Si a alguien le debo la vida, es a esas monjitas”, […]
Hermanas religiosas Misioneras de la Caridad de la orden Madre Teresa de Calcuta Foto Cortesía
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DESPACHO 505

Samira aprendió a sonreír de nuevo en el refugio para madres de las Misioneras de la Caridad en Granada, a quienes conoció en mayo de 1999. Ahí también volvió a ser niña, aunque tenía 15 años y un embarazo de cinco meses. “Si a alguien le debo la vida, es a esas monjitas”, dice.

Cuando este miércoles supo que las sacaron de su sede por la fuerza y las expulsaron del país, no pudo contenerse. Se indignó primero y lloró después como lo hizo hace 23 años, aquella vez en los brazos de la madre Georgina, una Misionera de la Caridad que la convenció de dejar las calles. Este miércoles, lloró al ver los microbuses donde se las llevaron, lo hizo abrazada a su hijo menor, de 18 años. “Yo entré donde las monjas un 12 de mayo, había llovido, no lo olvido”, cuenta a DESPACHO 505.

En las instalaciones de las religiosas, Samira supo qué era comer tres tiempos, bañarse todos los días y dormir en una cama. Pero no fue todo, entendió que una vida crecía dentro de ella y que en cuatro meses, serían dos. Las Misioneras de la Caridad de la Orden Madre Teresa de Calcuta “repararon” la estima de Samira y a ella también.

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Samira tiene ahora 37 años, cuatro hijos y el que estaba en su vientre cuando llegó al refugio de las religiosas, hoy tiene 21. “Es un hombre de bien, gracias a las misioneras, lo que le han hecho a las madres no tiene nombre”, se lamenta.

Hermanas religiosas Misioneras de la Caridad de la orden Madre Teresa de Calcuta Foto Cortesía
Hermanas religiosas Misioneras de la Caridad de la orden Madre Teresa de Calcuta Foto Cortesía

MISIÓN SALVAVIDAS

En Granada y otros lugares vecinos, historias como las de Samira abundan. Martha, por ejemplo, llegó a las instalaciones sin saber leer ni escribir y tenía diez años. Se escapó de su casa tras una paliza que le dio su padrastro, que es la fecha y no olvida. Vivió en las calles casi dos años hasta que conoció a las Misioneras de la Caridad.

Gracias a las monjas, algún tiempo después pudo recuperar a su madre, quien vivió atrapada por muchos años “en las garras” de la violencia doméstica. Ahora, 16 años después, Martha vive de costuras rápidas en el barrio Santa Lucía de esta ciudad. Ella aprendió a leer a escribir y aprendió un oficio con las monjas. “Las madres fueron la luz para muchas niñas y niños que hemos tenido aquí una vida dura cuando chiquitos”, comparte.

En Granada, las Misioneras de la Caridad administraban el Hogar Inmaculado Corazón de María en el que daban refugio a adolescentes abusadas y abandonadas a su suerte. Les brindaban atención psicológica, formación escolar, les enseñaban teatro, música, costura, belleza y otros oficios que pudieran servirles para cuando dejaban la casa-hogar, como ocurrió con Samira y Martha.

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También administraban un hogar para ancianos y una guardería que acoge a niños, hijos principalmente de locatarias del mercado de Granada que no tenían con quien dejarlos en casa mientras vendían en tramos o ambulantes. “No pensaron en el daño que han causado a la comunidad al echar así a las hermanas, esas madres nos ayudaban bastante”, se queja una comerciante que dejaba a sus dos hijas en la guardería.

INDIGNACIÓN Y TRISTEZA

Desde el 14 de junio, las misioneras de la orden de Madre Teresa de Calcuta comenzaron el proceso de cierre de las instalaciones. Dejaron de recibir cerca de 40 niños en la guardería y 40 madres han enfrentado la vida sin el apoyo de ellas. “Eso nunca debió pasar, eso es no pensar en la gente, ¿Cómo vamos a hacer para para ir a trabajar?”, se preguntó una de las afectadas con la medida de la dictadura.

Misioneras en Costa Rica Nicaragua Actual
Misioneras en Costa Rica Nicaragua Actual

Después del cierre de la guardería, hablaron con los ancianos internos y contactaron a sus familiares para que llegaran a traerlos. En el caso de los externos, que llegaban a comer, unos 50 y hasta 70 a veces por día, les informaron que hasta el día 20 de ese mes podrían recibirlos. En cuanto a jóvenes embarazadas, entre siete y ocho, también fueron advertidas que debían dejar el hogar.

“Aquí hubo abuelitos que se fueron llorando ´a moco tendido´ porque ellas daban no solo comida, les daban medicinas y ropa, hasta sus granitos de arroz, frijoles y pinolito daban. Fue grosería echarlas así”, comentó un habitante de La Sabaneta, la localidad donde se ubican las instalaciones que desde este miércoles por la mañana están ocupadas por policías del régimen. “Hay indignación y tristeza”, asegura.

Las religiosas pertenecen a la orden Madre Teresa de Calcuta y llegaron al país hace unos 40 años. La Asociación Misioneras de la Caridad con la que se instalaron legalmente fue creada hasta el 16 de agosto de 1988, durante el primer régimen sandinista.

Daniel Ortega, el mismo que ordenó su expulsión y confisca hoy sus bienes, recibió a la Madre Teresa Calcuta y le dio la bienvenida a su misión humanitaria. Pero ahora, como parte de la guerra que ha emprendido contra la Iglesia Católica porque los religiosos rechazan la represión y el abusos contra los ciudadanos, el dictador se lanzó contra las monjas también.

“A ELLAS LES DEBO MI VIDA”

Samira conoció el lado gris de la vida desde muy pequeña. Sufrió golpes y malos tratos de quienes debieron quererla y cuidarla; sus padres. Cuando el padre llegaba tomado de licor, la madre y ella sufrían. Como si no fuera suficiente, la madre se desquitaba con ella después.

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Antes de sus 15 años, cambió un infierno por otro y se fue de la casa a la calle. Aprendió vicios, comía a veces una vez en el día y dormía donde la noche la sorprendía, hasta que oyó hablar de las Misioneras de la Caridad. “Me atrajo la comida”, confió entre risas.

Mons. Manuel Eugenio Salazar, Obispo de la Diócesis de Tilarán-Liberia, Costa Rica, recibe a Hermanas Misioneras de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta, expulsadas de Nicaragua por el régimen Ortega-Murillo
Mons Manuel Eugenio Salazar Obispo de la Diócesis de Tilarán Liberia Costa Rica recibe a Hermanas Misioneras de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta expulsadas de Nicaragua por el régimen Ortega Murillo

Samira sufrió abuso sexual y estaba embarazada cuando una religiosa la invitó a quedarse en las instalaciones. “Yo estaba desnutrida, enferma y muy cansada. Ni siquiera pensaba en la barriga, ni idea tenía que podría morir y la criatura también. Pensaba en los tres tiempos de comida, nada más”, relata.

Una vez que aceptó, las religiosas la llevaron a consulta médica. “Un par de días más en las calles y me moría, dijo el doctor. Estaba muy mal”, recuerda. “Ellas me salvaron, a ellas les debo mi vida”, agrega.

En la casa-hogar para madres de las Misioneras de la Caridad, Samira conoció a otras niñas y adolescentes en su misma situación. Las condiciones para quedarse en el lugar eran mínimas: algunas tareas domésticas en las instalaciones como limpieza y cocina y acudir a clases de costura, que eran como dos horas cada día.

Samira recuerda que la vida en la casa-hogar era de lo más ligera. “Nos levantábamos a las 5:00 de la mañana, cada quien debía lavar su ropa primero que nada, limpieza del lugar e ir a clases de costura que iniciaba a las 9:00 de la mañana, después almuerzo, siesta que era descanso obligatorio de hora y media por el embarazo. Después la cena. Todas debíamos dormir a las 8:30. Era una vida que antes no tuvimos”, señala.

“VOLVERÁN UN DÍA”

El bebé de Samira fue recibido bajo el apoyo de las religiosas. Con un oficio para ganarse la vida en una zona franca salió del hogar, pero su hijo permaneció en la guardería cada día durante casi ocho años desde las 7:30 hasta las 6:00 de la tarde que ella salía del trabajo para recogerlo.

“Los religiosas nos trataban con psicólogos y ellos buscaron a mi mamá. Nos reencontramos y nos dimos una oportunidad. Conocer a las monjitas nos cambió la vida ¿sabe? Todo era nuevo en aquel lugar”, dice Samira.

¿Recuerda a alguna hermana en particular? –le preguntamos. “A todas. La hermana Georgina, la hermana Prian, la hermana Cristofer, paso todo el día si les digo más nombres. Eran amables, cariñosas. No enseñaron a sonreír otra vez. Yo volví a sonreír con ellas, mis problemas de niña me habían robado la sonrisa”, responde.

“Ellas fueron mis madres y estoy segura que las madres de muchos que llegamos donde ellas como niños sufridos, ellas nos dieron calor de madres. Ellas te abrazaban y uno se siente bien, querido…yo creo que ninguna se ha ido, siempre van a estar aquí con nosotros”.

¿Cree que volverán?, preguntamos. “Sí, un día volverán porque aquí están sus hijos y aquí las necesitamos”, confía.

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