• Managua, Nicaragua
  • 1:08 pm
  • Dic 23, 2022

La tragedia en Navidad de 1972 que aniquiló Managua en 30 segundos

“Era el meneo de una hamaca”, así recuerda doña Olga García Aburto, de 88 años de edad y originaria del municipio de Ticuantepe, la medianoche del 23 de diciembre de 1972 cuando un sismo de 6.2 grados en la escala de Richter sacudió Managua, dejando más del 60% de las casas y edificios bajo escombros. […]
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“Era el meneo de una hamaca”, así recuerda doña Olga García Aburto, de 88 años de edad y originaria del municipio de Ticuantepe, la medianoche del 23 de diciembre de 1972 cuando un sismo de 6.2 grados en la escala de Richter sacudió Managua, dejando más del 60% de las casas y edificios bajo escombros.

Fue un sábado, a pocas horas de celebrar Nochebuena, cuando las familias capitalinas que aún disfrutaban de tiempos iluminados por el resplandor de aquellas calles que describían la vida nocturna y alegre de la vieja Managua, fueron sorprendidas por un terremoto que hizo de ese día el peor de la historia para Nicaragua.

El brillo de Managua se apagó en menos de 30 segundos ante el estremecimiento de la Madre Tierra. Gritos, llantos, carreras, polvaredas y fuego, era lo único que quedaba en esas viejas calles que anunciaban el encuentro de aquella triste Navidad que terminó siendo la pesadilla más grande para una ciudad que crecía a pasos acelerados.

Managua destruida por un terremoto Foto Cortesía

El hecho marcó a un país entero como si se tratara de un nuevo capítulo de la historia o como lo describió el economista nicaragüense Enrique Sáenz; “Fue anochecer en un mundo y amanecer en otro lleno de tinieblas y plagado de dolor”.

Managua fue aniquilada

El centro de Managua desapareció y se convirtió en una ciudad fantasma. El terremoto destruyó casas y edificios que diseñaban aquella colorida y desordenada ciudad y ocasionó la muerte de más de 10 mil personas; provocó que otras 20 mil resultaran heridas y que un promedio de 200 mil personas terminaran en condiciones de damnificados. La pobreza llegó como “un ladrón en la noche”.

Los servicios públicos de energía eléctrica, agua potable, telecomunicaciones y drenajes subterráneos fueron cortados por el potente movimiento que acabó con el 95% de la pequeña industria. Managua quedó aniquilada en el primer round.

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El historiador y periodista Nicolás López Maltes, archivó con su filmación “La Estrella de Nicaragua”, todos los hospitales públicos y privados de Managua que cayeron destruidos con el paso del terremoto, mientras el 75% de la infraestructura urbana quedó inutilizada y los incendios que se extendieron hasta por dos semanas, complementaron la eliminación de un comercio en ascenso.

En su mayor parte, los edificios que aparentemente habían sobrevivido al terremoto fueron condenados a la demolición total. Las operaciones de limpieza de escombros duraron hasta varios meses pese al intento de unir fuerzas. “Los restos de la vieja Managua fueron llevados como relleno para la construcción de un puerto lacustre frente a la misma ciudad”, recordó López Maltes.

La vieja Managua

Para el historiador nicaragüense la vieja Managua, antes del terremoto, era una ciudad alegre y activa que se ilustraba con aquel congestionamiento urbano, de la que todos estaban enamorados. Parecía reconocerse como la ciudad más moderna de Centroamérica debido al incremento del desarrollo comercial.

Sáenz describió Managua como una ciudad “apretujada” pero feliz, la cual “atemorizaba”, pero también “seducía” a quienes aún no la conocían. “Era alegre, íbamos hasta en carreta”, recuerda García Aburto, quien en ese entonces se hacía acompañar de sus padres, cuando apenas era una niña, para dirigirse a hacer compras al mercado Oriental.

La vieja Managua que no volverá a surgir Foto Cortesía

En Managua la gente disfrutaba recorrer la Avenida Roosevelt y la Bolívar hasta llegar a las orillas del Lago Xolotlán; el epicentro de aquel terremoto que hizo de las calles céntricas y circundantes al Gran Hotel y la 15 de Septiembre, una ciudad desplomada y consumida por el fuego.

“La iglesia se mecía, era una hamaca, quedó toda rajada. Vivíamos a pocas cuadras de la iglesia”, narró García Aburto, quien junto a sus 7 hijos corrió hasta “la plaza de la iglesia católica” donde la población se reunió a lamentar el trágico hecho que estremeció a la nación centroamericana.

50 años de aquel fatídico suceso

Para Ana Vílchez, habitante del barrio Esquipulas de Managua, ese diciembre fue la Navidad más triste para Nicaragua, sin oportunidad de celebrar en familia y sin encuentros de Nochebuena. La población sólo pensaba en sepultar a sus muertos y volver a levantar sus casas caídas, mientras otra gran parte migraba ante los inminentes saqueos y la imposición de la Ley Marcial del gobierno dictatorial, liderado por Anastasio Somoza Debayle.

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“Yo escuché como si un camión cargado de gaseosas había chocado contra la casa porque mi abuela guardaba varias botellas (de estas bebidas), y ante el fuerte movimiento se cayeron y hasta yo me caí (de la cama). Cuando salimos aún seguía el terremoto”, dijo Vílchez en referencia a los temblores que no dejaron a la capital en paz y aunque eran sismos de menor intensidad, mantuvieron su ritmo tras la catástrofe.

“Para el lado de la ciudad se miraba rojizo por el incendio, ya que donde nosotros no había luz y estábamos en oscurana. Fue triste”, agregó.

A 50 años de ese hecho que marcó un antes y un después a Managua, quedó el aprendizaje de que el país está sumergido en fragilidad y susceptibilidad ante la presencia de desastres naturales y como consecuencia de las malas construcciones. Nunca más volverá esa Managua que vivió hasta las 12:28 minutos de la medianoche del 23 de diciembre de 1972.

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