“La dictadura utiliza la narrativa de Dios a su favor, pero no le interesa la espiritualidad”, dice especialista

Una reciente encuesta de la firma Cid-Gallup revela que hay un 84% de nicaragüenses que son creyentes en Dios y ese es un dato que cualquier político en general no lo toma a la ligera, sino que lo aprovecha a su favor, y en el caso de la dictadura de Daniel Ortega, no podría ser la excepción.

“Los dictadores saben que la gente cree, entonces, en sus discursos ellos utilizan la narrativa de Dios a su favor, es decir hablan de Dios porque encuentran eco en un pueblo que confiesa su creencia, es deir que si más del 85% de la población fuera no creyente, entonces les tocaría usar otra narrativa”, explica un especialista en desarrollo social.

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El especialista refiere que en casi todos los pueblos del mundo hay una iglesia, un templo, donde la gente se reúne en comunidad. Para muchos, se trata de un importante lugar de encuentro donde sus fuerzas internas pueden crecer y contribuir al trabajo para una vida mejor.

“La fe y la convicción pueden motivar a las personas a trabajar por el cambio y al mismo tiempo inspirar esperanza en el futuro. Son fuerzas que hay que tener en cuenta”, asegura el sociólogo.

A pesar que es ya una tradición escuchar a la vice dictadora en sus alocuciones diarias, agradecer el favor de Dios hacia la gestión de su gobierno, el especialista refiere que eso es solo parte de la narrativa, pero que en la práctica al régimen no le interesa preservar la sana espiritualidad de la ciudadanía.

“Entonces no les interesa fomentar la espiritualidad, que es una manera de crear valores, que en términos de políticas públicas son consistentes con el respeto a los derechos humanos, sino que lo que buscan es que con una narrativa manipuladora hacerle creer a los ciudadanos que están con Dios y que por lo tanto son los buenos e incuestionables”, argumenta el experto en desarrollo social.

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También explica que en los espacios donde el régimen quiere fomentar la espiritualidad, pretende que solo figure una ideología, y esa es la de ellos.

“Eso queda en evidencia en los casos de las ONG que están siendo cerradas, donde una buena porción de las mismas corresponde a organizaciones de naturaleza religiosa o de trabajo espiritual”, destaca el sociólogo.

El profesional en temas de políticas públicas señala que “toda buena acción cívica y política procura crear las condiciones para construir justicia, que la persona crezca, y eso es lo que se conoce como bien común”.

“El bien común, que es un impacto real de la democracia, se hace cada vez más remoto mientras se siga promoviendo una visión falsa e ideológicamente intolerante de la humanidad y de la vida política, mientras que el desarrollo de la espiritualidad en los ciudadanos, independiente de la religión, genera una sociedad más tolerante, empatía y comprometida con la justicia y la paz”, reflexiona el especialista.