Eli Narváez un exiliado en Costa Rica y su doble lucha de sobrevivencia y reconocimiento social

Al Sur del centro de San José, Costa Rica, vive Eli Narváez, un nicaragüense originario de Diriamba, Carazo, que llegó a este país en julio de 2018, luego que paramilitares y policías desmontaron los tranques en su natal ciudad con armas de fuego, palas mecánicas, represión que dejó al menos 22 personas fallecidas, recuerda Eli.

“Salí de la ciudad el 9 de julio luego de que se hizo la operación limpieza en Carazo, y obviamente fue por punto ciego, ilegalmente entramos a Costa Rica y posteriormente pedimos asilo” cuenta Eli.

Recuerda que su salida del país, fue porque organizaba junto a otros grupos de personas las protestas antigubernamentales en Diriamba.

En su apartamento pequeño dividido por una cortina blanca separa su cama unipersonal de madera con una pequeña e improvisada sala en la que tiene un televisor, tres sillas altas, algunas plantas con flores naturales y un espejo en la puerta de su baño con la bandera multicolor de la comunidad LGBTIQ+; Eli añora todos los días volver a Nicaragua.

“Mi sueño actualmente es poder ver Una Nicaragua democrática justa igualitaria donde todos los ciudadanos gocemos de los mismos derechos y no por tener una orientación sexual seamos reprimidos.” Comparte uno de su más grande anhelos.

A pesar de vivir grandes dificultades en el exilio, reconoce la unidad y trabajo en equipo de varios sectores, uno de ellos la comunidad LGBTIQ+ y su destacada participación en la lucha cívica.

“Al venir al exilio me encuentro con una comunidad LGBT nicaragüense, más tarde bastante amplia y al hablar con ellos y convivir con todos ellos, me he dado cuenta de esa magnitud de apoyo y de involucramiento, fue super enorme”, dice Eli.

Hoy reconoce el aporte de la comunidad LGBTI en los procesos democráticos y la lucha cívica de abril de 2018, hay muchos en el exilio. “Me llena de mucho orgullo, el saber que el gay no solo estaba en Nicaragua como para el show, para hacer el drama en comparsas o concursos de bellezas que se organizan para los gays, sino que realmente hay un ser humano atrás, queriendo justicia”.

Narváez de 28 años vive sólo en este país, desde hace un año trabaja en el área de servicios de un Call Center, ingresos que le permite sobrevivir en el exilio, para pagar su apartamento, comida y hasta poder ayudar a otros exiliados a través de grupos de apoyo que se han organizado con la diáspora nicaragüense.

Su tiempo libre lo ocupa para servir como voluntario en actividades de asistencia humanitaria a otros exiliados, una de esas es “tranqueritos en el exilio”, un grupo de 160 niños y niñas que llegaron con sus padres quienes huyeron de la represión en Nicaragua. “El ver a inocentes exiliados sufriendo, con las mismas o peores limitaciones de nosotros, eso es triste”, describe Eli.

“Organizamos actividades, le celebramos la navidad, celebramos el día del niño, con otros donantes organizábamos tardes para colorear, cuentacuentos, tratar de hacerlos sentir diferente, sacarlos por un momento de la burbuja de dolor, tristeza, tratar de llevar un poco de felicidad”, relata Narváez.

También cuando hay donantes dice Eli se entrega ayuda de víveres, medicina, ropa y leche con el fin de minimizar el impacto en la vida de los niños y niñas, ya que muchos padres en el exilio no tienen trabajo.