• Managua, Nicaragua
  • 6:13 pm
  • Mar 20, 2022

Monseñor Báez: Dios baja cuando los pueblos se organizan y luchan contra los poderes opresores

En su homilía del tercer domingo de cuaresma, Monseñor Silvio Báez, Obispo auxiliar de Managua, reflexionó ante la feligresía católica sobre el encuentro de Moisés con Dios en el Monte Horeb, lugar donde Dios bajó para hablar con el líder del pueblo de Israel. Monseñor Báez Dios baja siempre a través de hombres y mujeres […]
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En su homilía del tercer domingo de cuaresma, Monseñor Silvio Báez, Obispo auxiliar de Managua, reflexionó ante la feligresía católica sobre el encuentro de Moisés con Dios en el Monte Horeb, lugar donde Dios bajó para hablar con el líder del pueblo de Israel.

Monseñor Báez Dios baja siempre a través de hombres y mujeres dispuestos a luchar contra la opresión y la injusticia. Dios baja siempre que se denuncia a los faraones endiosados y crueles que someten a los pueblos. Dios baja cuando los pueblos se organizan y luchan contra los poderes opresores, cuando las conciencias de las personas se iluminan y anhelan liberarse.

Monseñor Báez detalló en su prédica que los israelitas eran esclavos en Egipto bajo el poder opresor del Faraón, por lo que Moisés había tenido que huir y exiliarse en Madián para salvar su vida, pues corría peligro en Egipto.

“Moisés era un exiliado, como muchos de nosotros. Su celo por su pueblo lo había llevado al destierro. Ahora vivía en tierra extraña, lejos de los israelitas. Su vida le parecía inútil, se habían secado sus esperanzas, sentía que no podía hacer nada contra el poderoso y cruel faraón, su visión de un Israel libre se había frustrado”, dijo Báez en su homilía.

El jerarca católico manifestó que también nosotros podemos sentirnos y sentir la historia de nuestro pueblo como un fracaso, pensar que ya no hay nada que hacer y sentirnos desolados, sin esperanza, inútiles ya para cualquier cosa.

El líder religioso agregó que la imagen de la zarza ardiente en el Monte Horeb nos recuerda que Dios está presente en lo vacío y lo árido y que todo puede ser transformado por él. También el fracaso, la crisis, la represión y la injusticia.

“Lo desolado y vacío, lo fracasado y lastimado, Dios lo transforma en lugar de su presencia. Dios quiere revelarnos que no hay nada que no pueda ser transformado por él en vida, en belleza y gloria. Dios quiere resplandecer en nuestras heridas y desesperanzas. En vez de lamentarnos, abramos como Moisés los ojos de la fe y descubramos a Dios, quizás silencioso y discreto, pero siempre presente en nuestra vida y en la historia de nuestro pueblo”, dijo.

“He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, he conocido, –es decir, he sentido–, sus sufrimientos” (Ex 3,8).

Recordó a la feligresía que Moisés entra en contacto con un Dios que se preocupa por quienes son víctimas de la injusticia y de la opresión, vive atento a quienes son maltratados con crueldad inhumana y sufre con quien grita desde su dolor.

Dios no tolera a los faraones de la antigüedad ni a los faraones de hoy

Relató que los faraones surgen cuando los poderosos consideran a los pueblos como sus sirvientes y esclavos, cuando sus deseos se vuelven ley, cuando los otros no son más que hombres y mujeres sin valor, que ellos utilizan para alimentar su egoísmo y saciar sus enfermizas ambiciones de riqueza y de poder. Sin embargo, la historia bíblica enseña que Dios no tolera a los faraones de la antigüedad ni a los faraones de hoy.

Báez meditó en que la experiencia de Moisés en el monte Horeb demuestra que la injusticia y la opresión que sufren los pueblos no son un simple problema social y político, sino un problema religioso.

“Oprimir a los pueblos y quitarles su libertad, como ocurre en algunos de nuestros países, o promover la guerra contra otros pueblos, como hace Rusia hoy contra Ucrania, es “algo inhumano, incluso, sacrílego”, citó las palabras del Papa Francisco, en el Ángelus de este domingo.

Así mismo, expresó que si Dios fuera neutral ante estas situaciones se convertiría en cómplice. Por eso, los creyentes deben denunciar y rechazar siempre la injusticia y la violencia y comprometerse para que en la sociedad se respete la dignidad de los seres humanos, que a los ojos de Dios, son lo más sagrado que existe sobre la tierra.

Dios baja continuamente a la historia humana para liberar y hacer justicia a los pobres, a las víctimas, a los humillados de la tierra. Dios está misteriosamente presente cuando defendemos a los pobres, cuando exigimos que se liberen a los presos políticos, cuando reclamamos que se devuelva la palabra a quien se ha querido callar, cuando se hace justicia a las víctimas del poder opresor. Dios está bajando siempre para devolver a los seres humanos su dignidad y su libertad.

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“La zarza ardiente nos promete que Dios puede, también en nosotros y en nuestros pueblos, devolver la vida a lo reseco y marchito, desencadenar la liberación en medio de la opresión y transformar lo despreciado y débil en belleza y fortaleza”, añadió el jerarca católico.

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