• Managua, Nicaragua
  • 5:55 pm
  • Sep 12, 2021

Un gobierno que no es fruto de la voluntad popular no es legítimo dice Monseñor Silvio Báez en su homilía

Monseñor Silvio José Báez, Obispo Auxiliar de Managua, expresó en su homilía del XXIV Domingo del tiempo ordinario, este 12 de septiembre, que un gobierno que no es fruto de la voluntad popular no es legítimo y sólo podrá sostenerse a través del miedo, la represión y la manipulación de la justicia y esto acarrea […]
Monseñor Silvio Báez
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Monseñor Silvio José Báez, Obispo Auxiliar de Managua, expresó en su homilía del XXIV Domingo del tiempo ordinario, este 12 de septiembre, que un gobierno que no es fruto de la voluntad popular no es legítimo y sólo podrá sostenerse a través del miedo, la represión y la manipulación de la justicia y esto acarrea mucho dolor y mucha pobreza.

La reflexión la hizo basada en el pasaje bíblico escrito, en el evangelio de Marcos (Mc 8,21-35), colocado con mucha precisión, en el centro de todo el evangelio. Monseñor Silvio Báez explicó que en ese texto se narra el momento en el cual, en Cesarea de Filipo, Jesús interroga a sus discípulos sobre lo que la gente piensa de él y sobre lo que ellos mismos han ido comprendiendo acerca de su persona.

“También, a nivel social, la convivencia sería más sana si quienes gobiernan escucharan con interés lo que la gente piensa de ellos, en lugar de imponer con arrogancia su propia visión de las cosas. La convivencia social es más justa y se asegura un desarrollo sostenible de la sociedad, cuando a los ciudadanos se les permite expresarse, periódicamente, con libertad a través de elecciones libres, transparentes y competitivas. Un gobierno que no es fruto de la voluntad popular no es legítimo y sólo podrá sostenerse a través del miedo, la represión y la manipulación de la justicia, y esto acarrea mucho dolor y mucha pobreza. Por eso, hace bien también a nivel social preguntar: Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”, subrayó Monseñor Báez en su homilía.

 

En un mundo de mentiras, quien dice la verdad es perseguido y silenciado

El líder religioso indicó que Jesús no era ingenuo y sabía que desde hacía mucho tiempo él estaba resultando cada vez más incómodo para el poder religioso y político. Sin embargo, a pesar de los riesgos que corría, fue fiel a Dios y a su voluntad. Vivió amando a los hombres y buscando su bien hasta entregar su vida por hacer más humana, más sana y digna la existencia de los demás. Nunca causó daño a nadie, ni siquiera para defenderse de las acusaciones injustas. Antes de hacer sufrir a otros, prefirió ser víctima del sufrimiento injusto. El desenlace final de su vida en la cruz fue la consecuencia inevitable de lo que enseñó y del modo en que se comportó.

“En un mundo de mentiras, quien dice la verdad es perseguido y silenciado; en un mundo de injusticias, el justo es repudiado y hasta condenado a muerte. Su muerte (de Jesús) entró a formar parte del designio divino como consecuencia de su obediencia libre y amorosa a la voluntad de Dios que le pedía amar hasta el extremo”, reflexionó Báez.

Sin embargo, Jesús es transparente, no tiene miedo y es sumamente libre. Sabe que entre él y sus discípulos no habrá una auténtica relación fundada en la verdad, si ellos no saben exactamente quién es él. Por eso se somete a escuchar su opinión. No teme preguntarles sobre su persona.

“Someterse a la valoración de los demás no es nada fácil, porque cuesta aceptar que otros nos digan nuestros errores y exponernos a descubrir que no somos lo que pensamos. Por eso, preferimos cerrarnos y no escuchar, nos molestamos cuando nos hacen ver lo negativo que hay en nosotros y hasta evitamos a las personas que nos pueden decir la verdad”, expresó el religioso.

Monseñor Báez explicó que hay mucha gente que pronuncia el nombre de Dios “en vano” (Ex 20,7), pues con su vida niega lo que el santo nombre de Dios significa: Dios es el Dios del amor, el Dios que está al lado de los pobres y las víctimas, el Dios misericordioso y bueno. Añadió que también hay mucha gente que pronuncia el nombre de Jesús, pero con su vida demuestra que no lo conoce.

“Hablamos de amor, pero poniéndonos siempre de primero y haciéndole más complicada la existencia a los demás con nuestros egoísmos y ambiciones desmedidas. Hablamos de paz, pero haciendo que los demás vivan en zozobra, imponiéndonos sobre ellos y acallando sus voces de mil modos. Hablamos de hacer justicia, confundiéndola con la venganza y condenando, injustamente, a quienes resultan incómodos para los propios intereses”.

El sacerdote concluyó diciendo que “iremos conociendo a Jesús a través del humilde esfuerzo por seguir sus pasos cada día, renunciando a nuestras mezquindades y egoísmos y atreviéndonos, como él, a perder siempre por amor”.

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