Monseñor Silvio Báez: “no podemos ser indiferentes ante los tiranos”
“Dios nos asegura el triunfo del bien y de la justicia”, proclamó el obispo auxiliar de Managua en el exilio.

Silvio Báez, obispo auxiliar de Managua en el exilio, en la iglesia de Santa Ágata en Miami, Estados Unidos.
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“No podemos ser indiferentes ante los tiranos que imponen su voluntad de poder con la fuerza de la represión y la violencia“, declaró monseñor Silvio Báez, obispo auxiliar de Managua en el exilio, durante su homilía dominical del 5 de octubre, oficiando misa desde la iglesia de Santa Ágata en Miami, Estados Unidos.
Tomando de símil la vida y enseñanzas del profeta bíblico Habacuc, quien “en el siglo VII antes de Cristo” denunciaba al “naciente imperio de Babilonia (que) comenzaba a imponerse con la fuerza de su poderoso ejército dominando sobre los pequeños reinos del antiguo medio oriente“.
“En aquel escenario internacional de violencia e injusticia, dominado por la fuerza de las armas, la opresión y la injusticia, el profeta Habacuc alza su voz… Habacuc denuncia la opresión y la violencia de los poderosos, pero también muestra su desconcierto y su indignación ante el Señor, el juez supremo, el Dios Santo y Justo, quien no interviene“, añade.
Según Báez, la enseñanza de la vida de Habacuc es la no resignación ante “los malvados” que “nos amedrentan con sus discursos cínicos“, dibujando un claro paralelismo —aunque nunca mencionando por nombre— a la dictadura sandinista de Daniel Ortega y Rosario Murillo, que bajo amenazas lo llevó al exilio en 2019.
Su mensaje fue, además, de esperanza, y un llamado a la acción. “Orar no es solo pedir, mucho menos cruzándonos de brazos y esperándolo todo de Dios. Orar es también luchar con Dios en la noche de su aparente ausencia y gritar ante Él, protestando y rompiendo su silencio“, dijo el religioso.
“Llegará el momento en que queden silenciadas para siempre las lenguas cínicas y las armas criminales de los tiranos arrogantes. Un día terminarán derrotados“, añadió Báez.
Tornándose luego a los Evangelios, el obispo llamó a la fe: “la fe que necesitamos no es una fe extraordinaria y milagrosa, sino una fe que en nuestra fragilidad nos haga sentir mayor necesidad de Dios, que en nuestra pequeñez nos haga vivir con mayor confianza en Él“.
Y esta fe debe convertirnos, considera Báez, en “siervos inútiles” y no en el sentido de “alguien que no sirve para nada”, sino en “personas que no esperan ninguna utilidad para ellos, que no buscan ninguna ventaja, que viven sin pretensión de protagonismos estériles, que no tienen necesidad de nada sino de ser ellos mismos y no buscan nada más que servir con amor a los demás”.
“Tomémonos en serio la historia, no nos acostumbremos a la opresión del pueblo y al sufrimiento de las víctimas. Luchemos con esperanza, sin cansarnos nunca, sin ponernos zancadillas y sin caer en el pesimismo. Dios nos asegura el triunfo del bien y de la justicia. Bastan un puñado de corazones humildes y solidarios, un granito de fe y ojos nuevos de esperanza”, concluyó.