Padre Erick Díaz prevé que los ataques a la iglesia católica continúen tras suspensión de relaciones con el Vaticano

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El padre Erick Díaz, uno de los religiosos desterrados por la dictadura sandinista, prevé que los ataques y la persecución hacia la iglesia católica y todo aquel líder que esté al lado del más sufrido, aumenten tras el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Nicaragua y la Santa Sede del Vaticano.
Pese a esto, el sacerdote destacó que la Iglesia Católica en Nicaragua continuará optando por el silencio, disfrazado de prudencia, ante el manejo de la situación de Nicaragua y todo el clero religioso, es decir, seguirán “aferrados a la fe”.
“La iglesia católica en Nicaragua va a continuar en su silencio, aferrada a la oración, a la fe, porque la represión es brutal, pero, seguirá apostando para resolver la situación por las vías correspondientes”, dijo el sacerdote en entrevista con la periodista Lucía Pineda Ubau de 100% Noticias.
En ese sentido, el párroco del Tuma-La Dalia justificó que pese al rompimiento de relaciones diplomáticas entre Nicaragua y el Vaticano, la Santa Sede siempre va a inclinarse por el diálogo y el entendimiento, aunque el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo “pasen los límites” en la destrucción del país.
“Es una situación triste y alarmante; ni en los peores momentos de la historia de Nicaragua se había dado una ruptura entre el Vaticano y Nicaragua”, puntualizó el sacerdote.
Ataques a la iglesia católica datan desde los años 80
Cabe mencionar que los ataques de Ortega hacia la iglesia católica no son de ahorita. Desde los años 80, el caudillo sandinista se encargó de encarcelar, desprestigiar y desterrar a sacerdotes críticos de su primer mandato.
Tal es el caso del padre Bismarck Carballo, quien fue desnudado y golpeado en público el 11 de agosto de 1982, cuando fue objeto de una manipulación donde se le acusaba de supuestamente ser el amante de una mujer.
Así mismo, la tiranía sandinista encarceló al sacerdote Luis Amado Peña, acusado de supuestamente conspirar con la Contrarrevolución y lo llevaron a los Tribunales Somocistas. El religioso pasó cuatro meses confinado en el Seminario y durante esos días, expulsaron de Nicaragua a 10 líderes religiosos extranjeros que se solidarizaron con Peña.
Otras víctimas del gobierno también fue el padre Pablo Antonio Vega, vicepresidente de la Conferencia Episcopal de entonces, el cardenal Miguel Obando y Bravo, Bosco Vivas y Abelardo Mata, por notificar al entonces Sumo Pontífice, Juan Pablo II, los crímenes de lesa humanidad cometidos por Ortega.
De esta gestión, también tuvo como consecuencia la suspensión divinis de Ernesto Cardenal y Miguel D’Escoto y la expulsión de Fernando Cardenal de la Compañía de Jesús.
Hoy, más de 40 años después, la historia se repite, pero peor.